En todo, amar y servir

Todos los países tienen su folklere. Es, pues, normal y aun deseable que Haití tiene el suyo.

viernes, abril 18, 2008

El mito y la realidad


El mito y realidad

El Vodú, como fenómeno cultural - religioso, ha sufrido mucho del sensacionalismo que ha marcado demasiado a menudo el modo en el que fue presentado al gran público. El sensacionalismo, a su vez, tiene probablemente algo que ver con el miedo.

El tiempo de la esclavitud en Santo Domingo, el colón que imponía su dominación deshumanizante al esclavo tenía todas las razones para tener miedo de los poderes ocultos, que con razón o sin ella, atribuía al Vodú.

Bautizado contra su grado y ataviado con un nombre cristiano, el esclavo tenía la interdicción de persistir en sus creencias tradicionales y de practicar los ritos religiosos de sus antepasados. Si él pretende resistir contra esta alienación, podía hacerlo sólo de manera escondida, como los primeros cristianos en la época de las catacumbas. Las ceremonias de vodú se efectuaban por la noche, en lugares retirados en el fondo de los bosques.

Los ecos que llegaban al colón, por rumor o por el sonido de los tambores, podían sólo alimentar a él el miedo que estas ceremonias nocturnas esconden, de hecho, tentativas de sedición y de rebeliones. En esto, él tenía razón: la rebelión de los esclavos y la lucha por la independencia haitiana nacieron del ambiente de las ceremonias de vodú y bajo la conducta de los “hougan”, los sacerdotes de vodú.

El temor inspirado por el vodú tiene todavía otro origen que tiende la dificultad de trazar una frontera nítida entre religión y magia. Toda religión implica el riesgo de deslizamiento en prácticas de tipo mágico que tiende a utilizar la divinidad en lugar de rendirle simplemente un culto. En Santo Domingo y todavía hoy, el sacerdote (hougan) o la sacerdotisa (mambo) vodú debe desmarcarse del brujo (bòkò), aquello de quien se dice que se sirve de ambas manos, es decir que él se dirige tanto a los poderes del bien como a los del mal, mientras que el ministro del culto vodú está únicamente en el servicio de los poderes del bien.

El sensacionalismo que rodea el Vodú todavía hoy, revela tal vez a etnocentrismo de los que propagan esta visión. Presentando a Vodú como una religión inferior e incluso demoníaca, menosprecia al mismo tiempo sus adeptos. Si se quiere mirar bien al Vodú con la mirada fría del etnólogo o del sociólogo, descubriremos allí un fenómeno cultural-religioso complejo y coherente que escapa por muchos lados de los esquemas reductores.